Puerta del Sol, Madrid. Faltan diez horas.
La pareja de municipales les amonesta. Ellos no
entienden por qué, sólo hablan, no tienen la culpa de que la gente quiera
escuchar. Es inaudito. Una ciudad llena de prisas, donde se pisa a cualquiera
por llegar el primero a... a cualquier sitio, lo importante es llegar antes que
nadie, y sin embargo, aquella mañana los viandantes se estaban volviendo locos.
La aglomeración de gente crece. Nadie presta atención al llanto del móvil,
¡¡nadie lo lleva pegado a la oreja !. Escuchan y hablan mirándose a los ojos.
-Pide refuerzos Matías, aquí se cuece algo gordo-
le dice un municipal a su compañero por el walkie-talkie aun encontrándose uno
junto al otro.
Central Park, New York. Faltan cinco horas.
- ¡Rápido para ! ¡aquí mismo coño !
Charles y su compañero se dirigen medio corriendo,
acariciando la porra con una mano mientras que con la otra se aseguran del
lugar de su pistola, hacia el tumulto inusual de ciudadanos. El sol adorna la
mañana, el aroma de los multicolores puestos de flores embriaga los sentidos,
los solícitos depen... ¿ dónde están los dependientes?
-¿Qué pasa aquí ? ¡¡Abran paso!! ¡¡Abran paso a la
ley, y usted conteste al móvil coño.
- No es el mío señor, el mío lo apagué.
- Smithy, vuelve al coche patrulla y pide
refuerzos.
Zona portuaria, Hong Kong. Faltan dos horas.
Las prisas se han detenido. Un manto cálido de luz
arropa la ciudad. Viejos y jóvenes pescadores, niños, mamas con su cesta en el brazo,
ejecutivos de recios bigotes... hasta los perros quieren escuchar. Hacia el
grupo, bajando una pedregosa callejuela, caminan dos policías pero antes de
llegar, el grupo ha crecido en demasía. Ho Chi Minh mira a su compañero.
-honolable, Fe Minh Chú, habel que buscal ayula -
le decía mientras se inclinaba ante su compañero.
Noticias de la BBC. Faltan veinte minutos.
Y una noticia curiosa para cerrar el informativo,
ésta noche se producirá el primer eclipse de luna de este siglo como ya saben,
pero durante el día de hoy se ha extendido un burdo rumor: el encuentro con el
antídoto de la incomunicación no existe, por lo tanto no se producirá durante
el eclipse ni nada caerá del cielo. Quien está incomunicado es porque quiere.
Les informó Ann Garreng.
-¡Eres fantástica, la mejor, the number one!
Ann se volvía con ojos radiantes para agradecer las
palabras de su jefe, pero él seguía acariciando y vitoreando a la cámara.
-¡¡Qué nitidez!!
La presentadora abandonó los
estudios de televisión.
El eclipse duraría cien minutos.
-¡ya ha empezado, si por lo menos se viera desde
Londres!
Caminaba mirando al suelo... ¡a veces se sentía tan
pequeña!
No vio el haz luminoso que cayó varios metros
detrás de ella. Envuelta en la soledad de la noche, se quitó sus elegantes
zapatos y empezó a saltar de charco en charco. El agua traspasaba sus delicadas
medias de seda. La caricia de una tenue sonrisa se extendía por sus venas
cuando observó que un niño, de indefinida edad, bañado en luz se acercaba hasta
ella y le decía esperando la respuesta: ¿Cómo va todo?
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