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lunes, 25 de mayo de 2015

Lisa


El ensortijado cabello oscuro veteado por finas hebras de nieve, adornaban su rostro perfecto; labios sensuales, nariz recta, una incipiente y favorecedora barba... Contemplaba tu atlético cuerpo cuando posaste sobre mí tus ojos azules. Al sentirme arropada, al unísono que traspasada hasta lo más hondo por tu mirada, supe que jamás podría dejar de mirarte.
Tardamos en aproximarnos. Me dejé acariciar con guantes de seda, envolver en los más exquisitos tules; tu olor... tu olor a hogar, a quietud, a monte, quedó muy grabado en cada poro de mi piel
Desde el primer instante tu vida pasó a ser mi vida.
¡Fue tan fácil aprender a quererte!

Me convertí en tu guía, tu Lazarillo, o ¿fuiste tú el mío?
Era tu juguete, tu diversión, un escape, la novedad. Bailé tus éxitos, lamí tus heridas, siempre estuve ahí.
Junto a ti viví los momentos más intensos. Levitamos sobre el mar, el campo, la ciudad. Me volvía loca jugando en inmensas praderas verdes salpicadas de flores, revolcándonos sobre la hierba.
Atravesábamos el viento.
 
Decías que en mis ojos podías encontrar toda la paz y belleza del mundo, que en mi compañía te deslizabas por la vida, ese tobogán de sensaciones casi a tientas. Y yo..., yo me moría por volver a sentir tus caricias. Borrachos de esencia de amor, deseaba que el tiempo se detuviera ¡dolía la felicidad!
Era joven, bonita y alegre.
 
Hace tiempo que no salimos tanto. Esquivas mi mirada, nunca quieres jugar. Se avecinan cambios, me lo dicen los aromas del temprano estío que se cuelan por la ventana.
Dolerá, sí.
Me acostumbré.

Desde que salimos de casa no me has mirado. Conduces en silencio. Tus manos nerviosas manejan con violencia la palanca de cambios. Un halo de tristeza te envuelve, nos envuelve. Quiero ayudarte.
¿Es por ella? ¿La que estornuda? El velo que cubre tus ojos me dice que se acerca el momento.
No, no me mires o no podrás hacerlo...

Lisa, tumbada en el abismo del vacío, observa desde la solitaria carretera alejarse el coche rojo. Sus largas y pardas orejas caen abatidas a ambos lados de la cabeza. Su húmedo hocico olisquea los vestigios de gasóleo que aún perduran en el aire. Su mirada... la mirada más triste de la tierra grita en silencio:

“Seré buena, no me moveré de aquí. Nadie te va a querer como te quiero yo, viejo amigo..."

miércoles, 20 de mayo de 2015

Spain is different


Hacía dos horas que habían cruzado la frontera. Las cuatro chicas del ford Mondeo británico, miraban embelesadas el paisaje. No era para menos, ¡llevaban tanto tiempo soñando que un día visitarían España! y sin pensarlo, ni siquiera imaginarlo les había surgido la oportunidad de esas vacaciones.
-Españolito muy toro -Ann enseguida miró el diccionario- No, no, no... is very hombre.

Las chicas realmente estaban tranquilas, Ann dominaba el idioma y Peggy había elaborado un planning vacacional perfecto y bien documentado.

Lo que les venía preocupando, sobre todo a Helen que conducía, era que desde que habían abandonado la autovía (pues querían parar en Zaragoza a visitar la Alhambra) no veían ningún indicador. Por lo que decidieron dar la vuelta, volver a la autovía e ir directamente a Madrid, allí visitarían la Maestranza, que sin duda era mucho más okey.

Katrina, la copiloto, descubrió en el plano de carreteras una comarcal, la tomarían evitando así la autopista de peaje. En tres horas llegarían a Madrid. Pero..., pasaron mucho tiempo sin ver indicadores.

Por fin una city. ¡Qué raro! su nombre no viene en el mapa. Dudan si han de parar a preguntar. Prefieren seguir un poco más, tal vez no estén perdidas.
Media hora más sin ver señales de civilización.
Se empiezan a preocupar. Casi no queda gasolina.... Allí, allí, ¡there!, ¡there !, a man whit sheeps.
-¡Help !, ¡help !

El pastor se acerca al coche. Su cara se ilumina cuando ve a las cuatro. Rápidamente se quita la boina y acicala sus cinco pelos.
-¡¡A las buenas tardes !! -les dice.
-We're losts -contestan.
Cirilo arruga su cara y pasados unos minutos les vuelve a decir:
-Ah no no YO JA-PO-NES NO SE

Ann busca en su diccionario.
-Nosotras semos o estemos perludas.
-¿peludas? ¡KIA! con lo remajas que sois y lo bien depiladicas que vais -al ir tomando confianza en la conversación, Cirilo se acoda en la ventanilla abierta del Mondeo- ¡anda que si vierais los bigotes de la Tomasa!
-I don't understand -repetía Ann pasando frenéticamente las páginas del diccionario- ¡¡¡PERDIDAS!!!, semos perdidas.
-Ahhhhhhhhhh ¡cacho de pena me da! pero don Evaristo no confiesa ahora.
-¿To Madrid please?
-¿Tu Madrid? ¿mío? ¡kiaaaaaaaaaaaaaaaa oveeeeeja no te mees en las ruedas!  

La copiloto bajándose del coche esquiva con remilgo las ovejas y de cuatro sutiles zancadas se pone delante del hombre. Le enseña el mapa y grita:
-¡MADRIS!
Cirilo sin dejar de mirar por entre el escote de la blusa que tiene enfrente, pisa fuerte en el suelo y grita:
-¡BURGOS!
 
Una semana después los padres de Helen reciben una postal que traducida vendría a decir así:

Querida familia; España es diferente, maravillosa, única. Estamos en un apartamento en primera línea de playa. Hemos hecho muchos amigos. Primero conocimos a nuestros vecinos: Cirilo y su mujer Tomasa. Tienen muchos primos que por la noche nos enseñan a cazar gamusinos en la era, digo en el mar. Hay que ser español para poder ver un gamusino. No hemos podido ir a la Maestranza porque cierran en verano, pero hoy vi un encierro con toros de verdad en la tele, es que son los Fermines de San Pamplona. Todos los días después de comer cuando los españolitos se mueren por un rato, nosotras practicamos la equitación, aunque en esta ciudad solo hay dos razas de caballos: la mula y el borrico. Os he comprado un botijo. Mañana preparamos la vuelta a casa. Nos da pena irnos así que hemos pensado pasar antes por La Coruña, queremos visitar La Giralda.

Hasta la semana que viene, querida familia.

lunes, 18 de mayo de 2015

...

Aquí la eterna romántica. La última romántica.
Adoro ser culpable por soñar...

Un solo corazón


Hacía frío. Sentía congelada su alma mientras llenaba aquella triste maleta con diminutos jirones de su ser, poca ropa y demasiados sueños rotos. Era lo mejor. De alguna forma era lo mejor, se repetía sin cesar. ¡Pero eran tantos, tantos los recuerdos de los momentos felices vividos, había sido tan puro y noble su amor! Lo llenaba todo y poco a poco o fue de repente.. veía como aquel hombre se iba convirtiendo en un extraño, y a pesar de todo le seguía queriendo, y a pesar de todo... ¡No podía más! Temía que le fallaran las fuerzas... ¡dolía tanto! Secándose las lágrimas, Laura, cerró la maleta, salió de casa y se dirigió a la estación de Atocha.
Una mujer perdida ocupó un asiento en el tren de las 17.45 Madrid-Salamanca.

Si los recuerdos no quemaran, si no la hubieran conducido a las más míseras tinieblas, quizá podría haber pensado que no todos los días le ofrecen a una un cargo de responsabilidad en una revista tan prestigiosa como ‘suya’. Pero no podía darse cuenta de nada.

El tren se puso en marcha. Su mirada se iba deslizando sobre un paisaje que no veía y su corazón solo gritaba: Daniel... Daniel... Daniel...

Fue un poco antes de Navidad cuando en una noche negra, después de una absurda discusión, él acabo perdiendo los nervios y estampó un violento puñetazo sobre el rostro de su mujer. Laura petrificada mientras veía correr la sangre que emanaba de su nariz, se encerró en el cuarto de baño. Daniel espantado de sí mismo salió de casa. Aquella noche volvió de madrugada. Antes de irse a trabajar Laura creyó observarle mirando preocupado su herida en la cara, también le pareció recibir un beso en la frente, pero cuando despertó y se vio sola supo que lo había soñado. Aquella mañana mientras se pintaba más de lo normal intentando que no se notase nada sobre su pálida piel, recordaba los primeros años de casada.

.... La infantil efusión con que daba y recibía Amor, caricias, cariños. Como dejaba mecer su espíritu en la más preciosa cuna de ilusiones sin faltarle nunca esa chispa de fuego en sus ojos. Y Daniel, diligente, caballero, amantísimo de su mujer, viviendo para ella; pintando proyectos, sueños de mil colores y sacando a flote una pequeña empresa. Pasaban los años y crecía la empresa, crecía él y crecía su matrimonio. Se encontraba en el cenit de su carrera. Y sin saber cuando todo empezó a ir mal...

Paso el día sola. Se acostó temprano refugiándose en la lectura. Sintió a su marido llegar a casa, prepararse la cena y evitar entrar en el dormitorio ¿sentía remordimientos? No, él no sabía qué era eso. Esa noche tampoco durmió con ella. Por la mañana Laura encontró una rosa en la almohada.

 Y así transcurrían los días, unos daban paso a otros. Las rosas sobre la almohada se multiplicaban, pero era, como si a esas flores les faltara el color, la vida. En Navidad, delante de la familia, Laura y Daniel volvieron a ser el matrimonio perfecto. Pero algo se rompía cada vez más. Dicen que la convivencia es la tumba del Amor, pensaba ella viendo cada vez más lejos aquel paraíso de Dante, esa sublime expresión del ideal, ese cielo siempre azul.
Necesitaba volver a ser ella. Recobrar su identidad, aunque nada le dolía más que imaginar la vida sin él sabía que debía ser así, tenía que volver a empezar, en otro lugar, lejos de allí.
Tres meses después viajaba a Salamanca gracias a la oferta recibida.

Mirando distraídamente por la ventana de su oficina mientras saboreaba un solitario café, su pensamiento volaba hacia él, “¿Por qué no llama? ¿Por qué no escribe? ¿Se ha olvidado ya de mí?”
No, no era fácil ser un solo corazón.
Había decidido ser avara con sus sentimientos, empequeñecer su corazón pensando solo en ella, después en ella y luego en ella, ¡cúmplelo! –se dijo.

El teléfono sonó.
-Laura tráeme el nuevo catálogo.

Al llegar con los vistosos papeles al despacho del gerente, la secretaría le informó que tendría que esperar un par de minutos.
-Está hablando con el jefe- dijo señalando hacia la puerta del despacho.
Mientras las dos mujeres seguían hablando, dentro de la oficina la gerente se despedía de su interlocutor:

-Sí, no te preocupes, te mantendré informado de todo, descuida, confía en mí, nunca lo sabrá Daniel.

...

¡Ay... el amor! Mueve el mundo, está claro. O al menos me mueve a mí.
Pero volvamos, volvamos a las risas.
¿Quién prepara en tu casa las vacaciones?¿Nosotras?
Culpables.
No se puede ir a Boston sin conocer Burgos.

viernes, 8 de mayo de 2015

Presentación


Al grano. Sin rodeos... es mejor que lo sepas cuanto antes:
La culpa es de ellas, tal vez un poco mía pero sobre todo de ellas.
Y tú piensas mientras arrugas el ceño con leves ganas de dejar de leer... ¿culpa de qué, hija?

-De todo, culpa de todo, buen samaritano y lector... atractivo, guapo y maravilloso Siempre hay que echar la culpa a alguien, por eso existen tantos abogados, juicios, querellas, sinsentidos, audiencias y Jorges Javieres. Y pelotas, pelotas muchos.
 
 Hace millones de años, en algún país alejado de políticas, recortes, gran hermano vip, supervivientes y Podemos con todos los Ciudadanos del corral... apareció escrito la ingeniosa frase La culpa siempre la tienen ellas, y juro por Dios que la cajera alemana del Merkeldona todavía no tenía un euro, ni Belén Esteban monedero que estaba claro que iba a dimitir; ni siquiera llevaba coleta Pablo Iglesias. Pero la frase se quedó ahí, perpetuada en un mundo fabricado de costumbres y tópicos.

En esta colección de pequeños relatos vamos a soñar y reírnos recordando aquel amor imposible que nos partió el corazón, aquellas vacaciones tan bien preparadas, o aquel hombre al que nunca olvidaremos; vamos a apatrullar la ciudad, las ovejas, el mus, ¿el oeste?, ese hijo que nunca se está quieto; tantas y tantas cosas, y alguna carcajada.
Porque... ¿La culpa siempre la tienen ellas? Quizás; al menos nosotras ponemos toda la carne en el asador, sin necesidad alguna de trabajar de cajeras en Alemania ni pasar una temporada en la casa de Guadalix.

¿Qué no?
 Entra, lee y me cuentas.

jueves, 7 de mayo de 2015

Bienvenidos


Leonor había puesto todo su empeño en que la velada saliera bien. La primera impresión es la que cuenta, le decía siempre su madre. Se había rizado el pelo, acababa de rociar la estancia con una finísima lluvia de su perfume preferido, y había sido algo más generosa al colocárselo en las muñecas y tras el lóbulo de las orejas. La ropa negra que llevaba le favorecía, de eso no había duda, tan ceñida y con ese escote: insinuando sin mostrar nada, como debe ser. Todo preparado. Dos copas de champán sobre la mesa de cristal acompañadas por ligeros y atractivos canapés; una suculenta pero débil fragancia escapándose de la cocina y la casa a media luz. La música romántica tan imperceptible que apenas se oía.
Aquella era su primera cita con Marcos.
Cuando el hombre por el que suspiraban todas sus compañeras de oficina la invitó a cenar, intuyó que su ansiado sueño se cumpliría mejor en terreno propio ya que de esta forma su problema quedaría más tapado. Sabía que podía ser la mejor anfitriona; sensual como pocas de su atractivo no tenía dudas, pero de sus nervios sí.

Al estar frente a quien le gustaba no sabía qué decir, los temas de conversación se evaporaban. Su terapeuta desfallecía con ella. Leonor era la mayor charlatana que conocía hasta que coincidía con un hombre guapo, atractivo, entonces se quedaba muda. Se le habían acabado los trucos y consejos que darle, hasta llegó a temer que en verdad perdiera momentáneamente la facultad del habla. Pero un compañero sugirió que la mujer hiciera guiones o recordara letras de canciones... y la cosa más o menos empezó a funcionar.
Leonor había llenado la casa de notas ocultas, hasta en sus muñecas había escrito dos diminutas chuletas. Se echaba un último vistazo en el espejo cuando el timbre de la puerta sonó. ¡Qué puntual... y qué guapo...!, pensó al abrir quedándose pasmada e idiotizada en el umbral.

Marcos la miraba sonriendo y alabando su buen gusto. Traía una botella de vino. La mujer miró con disimulo su mano izquierda, la chuleta..., ¡el perfume la había borrado! Sonrío mientras llamaba a gritos mentalmente a las palabras.

-Buenas noches, bienvenidos hijos del rock and roll...

Lo dijo tan sin una pizca de ritmo y tan seria que, el hombre riendo pasó dentro. Y entregándole la botella contestó:

-Ya veo que lo vamos a pasar pipa. Tienes fama de divertida ¿Te gusta Miguel Ríos?
-¿A mí? ¡Si casi no había nacido! –le dijo Leonor mientras se dirigía a la cocina pensando “Vamos bien, vamos bien, princesa ¡ya has dicho cinco palabras seguidas... y sin guión!

Marcos resultó ser un gran conversador por lo que la velada se normalizó bastante. Lo malo era cuando la miraba con esos ojos... ella sentía que le devolvía la sonrisa más reboba y estúpida del mundo, y completamente muda. El hombre estaba acostumbrado a causar ese efecto y se mostraba encantado. Pero Leonor no se sentía bien, así que apurando su copa se encaminó hacia la ventana, allí había escondido una de sus notas. Tan bien escondida que la escasa luz le impedía encontrarla.

-¿Qué haces...?-, oyó a sus espaldas.

Se giró y sonrió. La tenue luz le convertía en el ser más hermoso y varonil que había visto nunca. Tragó aire, respiró con profusión y golpeando el suelo con uno de sus tacones dijo:

-Me asomo a la ventana, eres la chica de ayer...
-¡Nacha Pop! Y ahí no me digas que no habías nacido porque se notaba un ligero ritmillo... Venga, te ayudo a poner la mesa y cenamos.

“Vamos bien, vamos muy bien, princesa”
La cena transcurría dentro de los parámetros de la normalidad. Él contando sus batallitas, y ella revisando mentalmente su exquisita ropa interior y deshaciéndose al imaginar lo que ocurriría luego...

El tiempo se detuvo al observar que Marcos la miraba con fijeza. Esperaba una respuesta... sonriendo con esos dientes blanquísimos y aquellos labios. Ella miró con disimulo la nota doblada escondida en su servilleta. Enlaza una frase con su última palabra, leyó. “¿Y qué decía...?”

-Alonso, mujer, Alonso... –volvió a repetir él.
-Alonso Quijano... ¿don Quijote de la Mancha?
-No digas tonterías, mujer, el Alonso de toda la vida: Fernando Alonso. ¿En qué mundo vives? –le preguntó con el ceño fruncido, lo que acentuaba aún más su atractivo.

Suspirando y temblando al mismo tiempo mientras doblaba su servilleta, contestó:
-No me hables, no me hables. No me hables así...
-¡Juan Pardo! Esa canción le encantaba a mi madre, ella sí que era una luchadora con...

“Vamos bien, vamos bien, princesa, ya has conseguido encarrilarle de nuevo a su monólogo”.
Después de cenar y mientras ella se llevaba los platos a la cocina, Marcos encendió el televisor. ¡Gollllllllllllll!, le oyó gritar enardecido de pasión. La mujer preparó dos sugerentes copas sonriendo y se desabrochó un botón de la blusa.
-¡Nena! –le oyó gritar de nuevo- ¿No habrá por ahí palomitas? Empieza el derbi y luego echan Rambo 13, mejor quito la música.

“¿Puede un príncipe convertirse en rana?”, pensó bebiendo una de las copas de un trago y abrochándose el botón.

miércoles, 6 de mayo de 2015

...

    ¡Ay... las expectativas!
    ¿Veis...?

Ahí sí que somos culpables, al menos ellos miran la programación de la tele antes de salir de casa. Aunque, claro está, nuestra mayor culpa es querer ser lo más, ir de modernas. Enseñar a tu abuela a usar internet.

      
          Con la iglesia hemos topado.

martes, 5 de mayo de 2015

La última matanza


-¡Corrutos!
Quizás quiso decir corruptos.
-¡Que no, leches, no! Corrutos, más que corrutos, que se quedaron con la matanza del Jenaro.
-¡Abuela, deje de chillarle al ordenador que me estoy cabreando!
 
Desde que mi abuela se había enterado de que los López Ayala se volvían a presentar a la Alcaldía de su pueblo y hacían campaña en Internet, ella se empeñó en aprender aquella nueva teoría de las redes sociales. Algo que hacía furor entre sus compañeros de la tercera edad. Daba prestigio y seguidores. Aunque ella sólo quería contar la verdad; la verdadera verdad de los verdaderos hechos…
-¿Con hache o sin hache?
-Déjeme, abuela, mejor usted me cuenta y yo escribo.
-Está bien, Paquita. Escribe tú porque al ordenador le faltan teclas. Y envía un whatsapp a la Elvira que su marido no le cuenta ná.

-Todo fue muy sospecho -empezó a contarme-, había que hacer matanza como todos los años, pero allí sólo había un cochinillo, poca sangre y mucho frío.
-¿En dónde? –pregunté asustada.
-Calla y escribe la verdad de los verdaderos hechos. Siempre –continúo- habían matado tres cerdos…
-Ah no ¡Me niego…! –chillé viendo a los pobres cerditos.
-Escribe, Paquita, que luego bien te comes la morcilla –contestó enfadada-. A todos nos extrañó menos al Jenaro. Hacía tiempo que a los Ayala les habían comprado unas tierras con la condición de hacer un centro social, pero nunca se hizo. En su lugar abrieron grandes carnicerías por toda España. Sacaron muchísimo dinero, dieron mucho trabajo, compraron buenas casas, hicieron viajes. Muchos, demasiados… hasta que llegó la última matanza.
-Jopetas, abuela, qué bien lo cuenta usted ¿Y qué pasó?
-Que el dinero, el trabajo, las casas y los viajes desaparecieron. Y en su lugar apareció un cochinillo… ¡corrutos! Más que cerdos!!
-¡Me he perdido, abuela! No entiendo.
- Es muy fácil, tesoro. No se puede hacer matanza con un cochinillo –me dijo-, tienen que engordarle y esperar. Pero no les quedaba tiempo ni dinero…
-¿Entonces no hubo matanza?

-Claro que hubo, Paquita. Mataron todos los sueños e ilusiones de quienes trabajaban para ellos. Y se llevaron la pequeña matanza del Jenaro para hacerla pasar por propia…por el que dirán. Esa gente tropezará siempre con la misma piedra: vivir por encima de sus posibilidades, y aparentar.
-¡Vaya…! Está bien, abuela. Coja usted el ordenador y escriba lo que quiera. Y no cierre los ojos cuando le diga que cierre las pestañas.

-¡Trepotentes!
Quizás quiso decir prepotentes.

 

lunes, 4 de mayo de 2015

...


Infinitamente culpable, no sé si ellas pero yo sí.
Siempre creeré en el ser humano.
Pero hay otra carencia enorme en la vida, y si hay que ser culpables es por notar lo que falta.
Con gracia eso sí, con mucha gracia...

domingo, 3 de mayo de 2015

Epidemia


Puerta del Sol, Madrid. Faltan diez horas. 
 

La pareja de municipales les amonesta. Ellos no entienden por qué, sólo hablan, no tienen la culpa de que la gente quiera escuchar. Es inaudito. Una ciudad llena de prisas, donde se pisa a cualquiera por llegar el primero a... a cualquier sitio, lo importante es llegar antes que nadie, y sin embargo, aquella mañana los viandantes se estaban volviendo locos. La aglomeración de gente crece. Nadie presta atención al llanto del móvil, ¡¡nadie lo lleva pegado a la oreja !. Escuchan y hablan mirándose a los ojos.
-Pide refuerzos Matías, aquí se cuece algo gordo- le dice un municipal a su compañero por el walkie-talkie aun encontrándose uno junto al otro. 

Central Park, New York. Faltan cinco horas.

- ¡Rápido para ! ¡aquí mismo coño !
Charles y su compañero se dirigen medio corriendo, acariciando la porra con una mano mientras que con la otra se aseguran del lugar de su pistola, hacia el tumulto inusual de ciudadanos. El sol adorna la mañana, el aroma de los multicolores puestos de flores embriaga los sentidos, los solícitos depen... ¿ dónde están los dependientes?
-¿Qué pasa aquí ? ¡¡Abran paso!! ¡¡Abran paso a la ley, y usted conteste al móvil coño.
- No es el mío señor, el mío lo apagué.
- Smithy, vuelve al coche patrulla y pide refuerzos.

Zona portuaria, Hong Kong. Faltan dos horas.

Las prisas se han detenido. Un manto cálido de luz arropa la ciudad. Viejos y jóvenes pescadores, niños, mamas con su cesta en el brazo, ejecutivos de recios bigotes... hasta los perros quieren escuchar. Hacia el grupo, bajando una pedregosa callejuela, caminan dos policías pero antes de llegar, el grupo ha crecido en demasía. Ho Chi Minh mira a su compañero.
-honolable, Fe Minh Chú, habel que buscal ayula - le decía mientras se inclinaba ante su compañero.

Noticias de la BBC. Faltan veinte minutos.

Y una noticia curiosa para cerrar el informativo, ésta noche se producirá el primer eclipse de luna de este siglo como ya saben, pero durante el día de hoy se ha extendido un burdo rumor: el encuentro con el antídoto de la incomunicación no existe, por lo tanto no se producirá durante el eclipse ni nada caerá del cielo. Quien está incomunicado es porque quiere. Les informó Ann Garreng.
-¡Eres fantástica, la mejor, the number one!
Ann se volvía con ojos radiantes para agradecer las palabras de su jefe, pero él seguía acariciando y vitoreando a la cámara.
-¡¡Qué nitidez!!  

La presentadora abandonó los estudios de televisión.
El eclipse duraría cien minutos.
-¡ya ha empezado, si por lo menos se viera desde Londres!

Caminaba mirando al suelo... ¡a veces se sentía tan pequeña!

No vio el haz luminoso que cayó varios metros detrás de ella. Envuelta en la soledad de la noche, se quitó sus elegantes zapatos y empezó a saltar de charco en charco. El agua traspasaba sus delicadas medias de seda. La caricia de una tenue sonrisa se extendía por sus venas cuando observó que un niño, de indefinida edad, bañado en luz se acercaba hasta ella y le decía esperando la respuesta: ¿Cómo va todo?

sábado, 2 de mayo de 2015

....

Somos culpables por notar esas carencias.
   
     Sin comunicación no hay vida.