...me ahogo en sus ojos..........
...volver a nacer para luego morir.....
¿Pero qué coño estoy haciendo? Joder, la puta Navidad encima, los regalos sin comprar, tres clientes en la sala de espera, las horas que son y yo escribiendo versitos como un patético colegial. ¡Es increíble! la conozco de toda la vida y hasta hace dos años no me he dado cuenta de que existía.
¡Qué mala suerte ha tenido en la vida!.
Noooooo, no intentes salir que te conozco, es ella la que ha tenido mala
suerte, yo soy feliz con mi mujer y mis hijos, tengo un buen trabajo, un buen
piso en la ciudad, una casa en la sierra; mi matrimonio todavía está vivo...
¿Por qué no puedo dejar de pensar en ella?
Sus ojos me marean, me hablan a gritos,
me arrastran, me hipnotizan... ¡Mierda!
-Susana, pídeme un taxi, y diga a los
clientes que me he tenido que marchar por una urgencia y que vengan el día
veintiséis.
Cuelgo el interfono y me pongo con
prisa el abrigo. Agarro el maletín, he de salir echando hostias de este
intrincado laberinto mental. Si la única forma de despistar y dar esquinazo al
recuerdo es follar con mi mujer, juro que lo haré hasta partirla por la mitad.
Noto una pequeña erección mientras el
interfono vuelve a sonar, Susana me dice que mi mujer fue a un salón de belleza
pero me dejó la comida en el frigorífico... ¡Me cago en...!
Salgo del banco sonriendo como un
payaso...
-Buenos días. Feliz Navidad... lo siento hoy
no podrá ser...
El taxi espera. Abro la puerta buscando
la huida. Intento relajarme apoyando la espalda en el asiento. Respiro hondo.
El cansancio y el ruido de un tráfico infernal se cuelgan de mis ojos. Me pesan
los párpados y el taxista ha de recorrer medio Madrid; y la veo allí sentada
junto a la chimenea.
Estaba sola, pero entré con el más
absurdo pretexto. Me saludó con esa tenue timidez que me vuelve loco. Estaba
viendo Casablanca
y al notar como disimulaba una lágrima, me emocioné tanto que
me senté yo también junto a la chimenea.
¡Hacía mucho tiempo que no me
encontraba con la vida en una habitación!
Ella soñaba con la tristeza de un Rick eterno, y yo con el fuego que
reflejaban sus ojos. Me di cuenta de que mi rodilla rozaba la suya y me aparté
un poco. Entre nosotros no había deseo, al menos no físico… ¿o sí…? Ambos
estábamos casados. Sabía que ella había descubierto mi secreto, pero nuestro
silencio era como el más lento vals jamás imaginado, donde las palabras
callaban y los sentimientos gritaban, donde volvías a nacer por una sonrisa y
morías por cada lágrima derramada. Me levanté con brusquedad antes de
abrazarla. Miré con los labios fruncidos hacia la televisión. La película
acababa y entre toda niebla vislumbre la dulce agonía de un amor imposible... Y
la habitación se llenó de gente.
El taxista grita que ya hemos llegado,
he debido quedarme dormido. El álgido clima de la calle me espabila. Tanteo en
el bolsillo del abrigo buscando las llaves, cambio de opinión y me dirijo como
un autómata hacia el vídeo club. Mi petición extraña al chico que hay detrás del
mostrador, pero su madre me oye y dice que la tiene en su colección privada. Le
pregunto que cuánto pide por ella y me mira con mala cara, le digo que necesito
escuchar 'El tiempo pasará' hasta que pase de verdad y me mira sonriendo
mientras se aleja en busca de la película.
-Y decían que no quedan románticos -la
oigo decir.
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